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Ernesto Ortega Garrido gana el VII concurso de microrrelatos ELACT "Lola Fernández Moreno"

Esta mañana del 27 de abril, en la clausura del VII Encuentro Literario de Autores en Cartagena, se ha hecho público el fallo del VII Concurso de Microrrelatos ELACT “Lola Fernández Moreno”. El jurado, compuesto por la profesora Mª Eugenia Turpín y los escritores David Zaplana y Antonio Parra Sanz, han declarado ganador por unanimidad al relato TIERRA DEHOMBRES, de Ernesto Ortega Garrido. El premio, patrocinado por la empresa MTorres, consiste en un trofeo y 500 euros, y ha sido entregado por los familiares de Lola Fernández Moreno, cuya figura homenajea este certamen literario. Al acto ha asistido también José Luis Martínez, representante de la empresa patrocinadora.


El texto es una distopía que juega con un destino cruel para el ser humano, pero que al mismo tiempo lanza un mensaje de esperanza en el que debemos reparar, para poder conseguir la igualdad tan necesaria entre hombres y mujeres que demanda nuestra sociedad. El autor, que no pudo desplazarse a Cartagena por un compromiso editorial, envió un vídeo de agradecimiento en el que también leyó el texto premiado. El galardón lo ha recogido en su nombre el también escritor Fernando Da Casa, amigo del autor.


El autor riojano afincado en Madrid se dedica a la publicidad y es un apasionado de la literatura y de la narrativa breve, ha ganado numerosos concursos de relatos y microrrelatos y sus textos han aparecido en diferentes antologías, como “Deantología”, “Desahuciados”, “Fútbol en breve: Microrrelatos de jogo bonito”, “Ballenas en hormigueros: Antología hispanoamericana de ficción” y “Los pescadores de perlas: los microrrelatos de Quimera”. También ha publicado en solitario los libros “La dictadura del amor” y “Microenciclopedia ilustrada del amor y el desamor”. Actualmente está trabajando en su próximo libro. Mantiene el blog www.latoalladelboxeador.blogspot.com.



A continuación os dejamos el relato ganador:


TIERRA DE HOMBRES Y pensar que hubo un tiempo en que hasta los Reyes más poderosos ansiaban que sus hijos fuesen hombres. De eso hace siglos. Nadie sabe qué produjo la alteración del ADN, pero en algún momento el cromosoma X desapareció de nuestra cadena y todos los bebés que traíamos al mundo eran varones. Ninguno lloraba al nacer. Llegamos a temer por nuestra supervivencia, pero con el tiempo aprendimos a vivir sin mujeres. Ahora sabemos cocinar y limpiar. Saciamos nuestras necesidades más básicas entre nosotros y la naturaleza, siempre tan sabía, nos ha ayudado con el problema de la procreación. Con la primera luna de marzo, un año más, saldremos desnudos a masturbarnos al jardín y eyacularemos todos al unísono, dejando que nuestro semen empape la tierra. Luego esperaremos a que las lluvias ácidas de primavera y los rayos de neón hagan germinar los primeros fetos. A finales de diciembre, como cada año, cosecharemos entre cánticos a nuestros bebés, gordos, rollizos, tan sanos como si hubiesen surgido de sus vientres, con la esperanza de que, en algún lugar del planeta, florezca una niña y, esta vez, sepamos cuidarla.




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