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Crónica del X ELACT, por Antonio Parra

Celebrar diez años de un proyecto siempre es motivo de alegría, y eso es lo que tendríamos que haber hecho en este 2022, de no habernos visto sacudidos por una pandemia que nos dejó un año sin poder reunirnos. No obstante, como cada mes de abril, volvimos a apelar a un buen puñado de amigos escritores para que Cartagena tuviera su contrapunto primaveral, y de nuevo gracias al Museo del Teatro Romano, que ya nos acogió en alguna otra edición anterior, volvimos a vestirnos de letras con la misma ilusión del primer día.

Tras un discurso inaugural en el que nos movimos en dos planos temporales, como si viajáramos por un anillo de Moebius literario, conmemoramos dos fechas importantes, el cuarto centenario del nacimiento de Moliere, y el primero de José Saramago, dos figuras a priori muy alejadas entre sí, tanto en lo estilístico como en lo ideológico, pero que muy bien se podían conectar gracias a su pasión por la literatura.

Ese discurso sirvió también como prólogo para un momento que siempre solemos vivir al finalizar las jornadas, pero que en esta ocasión, por razones obvias, quisimos adelantar a la primera sesión, y fue el nombramiento como Patrón del ELACT del maestro Juan Heredia, quien año tras año diseña y nos regala unos maravillosos marcapáginas, originales y numerados, que en algún momento reuniremos para que se expongan como merecen, con las obras de arte que en realidad son.

Santiago Álvarez fue el autor destinado a cerrar esa primera jornada, con su novela Muerdealmas, un texto duro, descarnado pero con pizcas de ternura, que habla de una Valencia profunda y un territorio en el que no caben concesiones, y en el que el odio entre dos familias, dos clanes, se apodera de la obra justo cuando a esas tierras llega un personaje que necesita ajustar cuentas con el pasado. Una conversación que mantuvo con nuestro presidente, Paco Marín, y que dejó al público, por un lado sin palabras, pero por otro con unas ganas tremendas de sentarse a leer semejante novela.

La segunda jornada nos trasladó a Santos Ochoa, nuestra librería colaboradora, para recibir un año más a Jerónimo Tristante, que estrenó en la región su nueva novela, 36, una interesante propuesta en la que, en el Madrid bombardeado de aquel año infausto, surge también una trama detectivesca en la que Tornel, viejo conocido de sus lectores, debe encontrar a un fotógrafo inglés que ha desaparecido. Pequeño se quedó el local, y con ganas de más el público que lo abarrotó, lanzado a preguntarle al autor murciano cuestiones tanto de esta novela como de su producción anterior, especialmente acerca de su personaje más conocido, Víctor Ros.

El sábado arrancó su mañana con una interesantísima mesa redonda sobre la literatura de viajes, de la mano de Manuel Moyano, Manuel Madrid y Antonio Jesús Ruiz Munuera, que nos hablaron no sólo de sus últimos libros, sino de la propia experiencia viajera, previa y posterior al viaje, pero también de las sensaciones, vitales y literarias, que han ido acumulando a lo largo de esas andanzas, ya sea por las sierras Morena o del Segura, los Estados Unidos, Cuba, Canadá o cualquier otro rincón que les haya llamado la atención. En ese sentido, es posible que asistiéramos a la gestación de un nuevo viaje y posterior libro de Manuel Moyano, que fantaseaba con la posibilidad de hacer un recorrido por todo el litoral de la Región de Murcia. Ojalá veamos pronto ese proyecto negro sobre blanco.

El encuentro finalizó con la sesión vespertina, en la que Myriam Imedio, acompañada por Manuel Acosta, compartió con los lectores todos los entresijos de su novela La isla más remota del mundo, una trama de vértigo en la que una mujer se ve empujada a luchar por su supervivencia, crímenes de por medio, mientras la autora valenciana nos hace entrar en su mente, ¿y por qué no?, en las nuestras, puesto que esa isla tan remota está en nuestro propio intelecto. Una novela tan atractiva como desasosegante, y una autora con un magnetismo personal que le llevó a meterse a todo el auditorio en el bolsillo.

La clausura, como no podía ser de otra manera, le correspondió a la figura de nuestra Lola Fernández, cuyo nombre sigue albergando el concurso de microrrelatos, que en esta edición fue a parar a manos del zaragozano José Manuel González Martínez, quien cautivó al jurado con su texto titulado “Tabaco mentolado”, un texto negro y satírico con un extraordinario final. El premio fue entregado por Amalia Fernández en representación de la familia de Lola, Silvia Marín, responsable de Luna-Cerezuela Centro de Estudios, y el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Cartagena, Carlos Piñana, además de José Macián, como representante de la Universidad Popular de Cartagena, quien a partir de esta edición va a patrocinar nuestro concurso.


Una fiesta más del libro se cerró con la promesa de regresar en 2023, para seguir vistiendo Cartagena de letras.

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